¿Puede un tumor tener un tumor?

Un tumor o neoplasia se produce cuando una célula se multiplica descontroladamente, pudiendo en ocasiones invadir otros tejidos, siendo el momento en el que recibe el nombre de cáncer. Gracias a los tratamientos actuales y a la detección precoz, el índice de supervivencia ha aumentado bastante. Esta afirmación, por supuesto, se refiere a los seres humanos. En otros seres vivos, el comportamiento no tiene que ser el mismo. Pero que sea diferente no quiere decir que sea peor.

Empecemos pensando que, por lógica, un ser humano tiene más posibilidades de desarrollar cáncer que un ratón. Vive más tiempo y es mucho más grande, por lo que debe tener más células que se reproducen más veces. Si miramos al otro punto de la escala, la situación debe invertirse. Un elefante o una ballena deberían desarrollar cáncer con más frecuencia, dado que tiene más células y son longevos (p.ej: en el 2007 se encontró una ballena boreal con una punta de arpón de 1880). Viviendo en la naturaleza salvaje, se podría suponer que esta debería ser una de sus principales causa de muerte, o quizás no.

Las observaciones han mostrado que el tamaño y longevidad del animal no influye en su riesgo de sufrir un cáncer letal. En esto consiste la paradoja de Peto, bautizada en honor a Richard Peto, epidemiólogo estadístico de la Universidad de Oxford que en 1977 formuló la paradoja:
Un hombre tiene 1000 veces más células que un ratón...y normalmente vivimos al menos 30 veces más que los ratones. La exposición de dos organismos similares al riesgo de carcinoma, uno durante al menos 30 veces tanto tiempo como el otro, daría quizás 304 o 306 (es decir, un millón o un millardo) de veces el riesgo de inducción de carcinoma por célula epitelial. Sin embargo, parece que, en la naturaleza, las probabilidades de inducción de carcinoma en ratones y en hombres no son ampliamente diferentes. ¿Son nuestras células madre, entonces, mil millones o billones de veces más "a prueba de cáncer" que las células madre murinas? Esto es bastante improbable biológicamente; si el ADN humano no es más resistente a la mutagénesis en vitro que el ADN de ratón, ¿por qué no todos morimos de múltiples carcinomas a edad temprana?
Desde entonces se ha investigado el tema y se han encontrado varias respuestas a la pregunta de Peto y también a la que titula la entrada. Por una parte, hay mecanismos supresores del cáncer que benefician a los grandes organismos, pero que los de mediano y pequeño tamaño no poseen, quizás porque las desventajas de estos superan a los beneficios (p.ej: producir reducción de la fertilidad).
Fuente: Jennifer Latuperisa-Andresen
En la ballena boreal (Balaena mysticetus) antes mencionada se han encontrado genes asociados con la longevidad. En la rata topo desnuda se identificó un polisacárido que parecía bloquear los tumores. Los elefantes tienen 20 copias del gen supresor de tumores TP53, mientras que los humanos y otros mamíferos solo tienen uno. Los mamuts conservados tenían 14 copias, mientras que los manatís y los damanes (Hyracoidea), los más próximos filogenéticamente, solo tenían uno.

Por otra parte, el tamaño de las células en los mamíferos no es siempre el mismo. Un eritrocito de elefante es unas cuatro veces mayor que el de una musaraña común. Además, las células más grandes se dividen más lentamente y tienen un consumo menor de energía, por lo que al dividirse menos veces en un mismo tiempo, tienen menos posibilidades de sufrir una mutación cancerígena.

No obstante, también se debe tener en cuenta que no exista paradoja, sino que debido a la incapacidad de estudiar su epidemiología en grandes poblaciones de animales salvajes, nos encontremos con pocas criaturas de gran tamaño con esta patología. En otras palabras, que ignoramos a aquellos que sí la padecen. A pesar de todo, hay una posibilidad que puede explicar la paradoja de los casos conocidos sin requerir la ausencia de los tumores: los hipertumores.

En un tumor, un pequeño grupo de células llamado células madre tumorales controla el crecimiento y estructura de la neoplasia, dirigiendo el crecimiento de las demás células. Dirigen la angiogénesis, la formación de vasos para nutrir el tumor. Cuando les falta oxígeno, secretan factores angiogénicos tumorales (TAF), el factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF) y angiopoyetina-2, entre otros. Estos causan la proliferación de las células endoteliales vasculares, que a su vez secretan más VEGF hacia la zona hipóxica. Estas últimas células podían variar individualmente en su potencial de crecimiento, su sensibilidad a las variaciones locales de oxígeno y en su habilidad de secretar TAF. Esto significa que compiten entre sí en el crecimiento del tumor.

Entre estas células endoteliales vasculares existe la posibilidad que haya algunas que no secreten suficiente TAF para mantener al tumor, pero que se aprovechen de la red vascular ya construida, convirtiéndose en un parásito. La relación con la paradoja de Peto es que los organismos grandes sufrirían más cáncer, pero sería más complicado que llegaran a ser letales porque tendrían más posibilidades de desarrollar hipertumores. Este mecanismo impediría que llegasen a un tamaño letal para la criatura.

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