Las leyes contra el maltrato animal en el periodo Edo en Japón

Durante el shogunato Tokugawa se aplicó en Japón el sakoku, por la que se aplicaba la pena de muerte a cualquier persona, japonesa o no, que entrara o saliera del país. Este se aplicó desde 1639 hasta 1853, cuando el comodoro estadounidense Matthew Perry se presentó en la bahía de Tokio con una flota de buques de guerra.

Este acto inició el declive del shogunato y el fin del periodo Edo, terminando con el 15º shogun Tokugawa Yoshinobu y con el dominio samurai de 700 años que duraba desde el periodo Kamakura.

Aunque la estructura feudal de Japón recordaba a la Europa medieval, llevando a pensar que era una sociedad atrasada en todos los aspectos, se establecieron leyes contra el maltrato animal innovadoras para esa época.

El 5º shogun, Tokugawa Tsunayoshi asumió su cargo en 1680. Desde 1687 a 1709 promulgó las Órdenes de Compasión por las Seres Vivos que llegaba a aplicar incluso la pena de muerte contra quien maltratase a un animal. Estas leyes incluían:
  • Cuando se encuentre un niño abandonado, debe cuidarlo primero alguien en las cercanías o darlo en adopción a quien esté dispuesto a tomarlo, en vez de priorizar el informar a las autoridades. 
Como ejemplo de la situación, el poeta Matsuo Bashô comentó como se encontró en 1684 a un niño de dos años en las orillas del río Fuji al que dio algo de comida y antes de continuar su camino, lamentando que posiblemente no sobreviviera al frío nocturno. En 1683, de los 17 castigos registrados por esta causa, más de la mitad eran nodrizas que abandonaban a los niños que les asignaban.
  • Cuando parece que un animal, incluidas las aves, han sido maltratadas por humanos, hay que informar a las autoridades. No se debe hacer en caso de canibalismo o auto-mutilación. Deben ser cuidados y devueltos a su dueño, si existiese.
  • Se prohibe no alimentar a los perros hambrientos sin dueño, ya que se evitaba hacerlo porque asumían tendrían que responsabilizarse de ellos, con la posibilidad de meterse en problemas.
  • Ya no había necesidad de informar de la muerte de su mascota a su superior, a menos que hubiera una anomalía en esta.
  • Recalca la importancia de tener compasión por todos los seres vivos, no solo con los perros.
También limitaba la carga máxima de los caballos de trabajo y prohibía tener como mascotas a insectos cantores, como los saltamontes longicornios (Tettigoniidae) o grillos domésticos (Xenogryllus marmoratus). Finalmente, el maltrato animal se castigó con la pena capital.

Algunos de los castigos realizados son los siguientes:
  1. Un hombre que abandonó un caballo enfermo fue exiliado a una isla remota.
  2. Un aldeano que cortó un árbol con un nido fue castigado.
  3. Los lugareños fueron expulsados forzosamente para construir una gran perrera.
  4. Por estar implicados en un negocio de matar aves con armas de fuego y venderlas, se ordenó a 10 personas con rango de samurai, incluyendo un alguacil de Osaka, que cometieran suicidio por harakiri y uno recibiera la pena de muerte.
  5. Se hizo un anuncio para recompensar con 30 ryo (equivalente a unos 26000€) al que informara de la matanza de un perro.
Entre todos los animales, se decía que Tsunayoshi tenía predilección por los perros, ya que había nacido en el año del perro según el calendario del zodiaco chino. Como muchos dueños temían la posibilidad de ser castigados, bastantes perros acabaron abandonados. La cantidad de perros que habitaban Edo hicieron que, para 1695, el hedor de la ciudad fuera insoportable.
Inouomono, deporte donde se disparaban flechas romas a los perros
Para rescatarlos, ordenó construir 5 grandes perreras valladas (Okakoi-ba) en Edo para albergarlos y cuidarlos. Unos 100000 perros, aunque algunos registros informan del doble, se distribuían en 93 hectáreas. La construcción de las instalaciones y la manutención costaba el equivalente a 146 millones de euros. Las perreras obtenían el equivalente al salario de un hombre por cada animal, llamado Oinu-sama (Señor Perro), costeados por los impuestos recaudados en los pueblos próximos.

Llegó el momento en el que las perreras no podían albergar a todos los "perros viajeros", como los  llamaban, por lo que se designó a algunos granjeros como personal de Oinu-sama para cuidarlos en sus casas. El coste de mantener a los perros siguió aumentando exponencialmente, alcanzando un equivalente a 4300 millones de euros. En el oeste de Edo, en el pueblo de Nakano, se construyó otra perrera que albergó 100000 perros. Además, durante estos años se crearon registros de los perros.

Tal obsesión con el bienestar de los cánidos provocó que la gente lo llamara Inu Kubō (Shogun Perro).  Entre los perros callejeros, los viejos o enfermos se enjaulaban, mientras que los peligrosos eran ejecutados por un verdugo con la orden de una alta autoridad. También ordenaba enterrar a los perros en la montaña como cualquier persona. Se cuenta que cierto granjero, que subía el cadáver de su perro por la colina, se quejó a su vecino sobre el año de nacimiento del shogun, que era responsable de sus dolores. El otro respondió: "Oh, amigo mío, no te quejes. Si hubiera nacido el año del caballo, ¡nuestra carga habría sido mayor!
Hōgyū Jizō, 100 estatuas que hizo el hijo de un asesinado por un samurai (Wikimedia)
Las leyes animalistas no fueron muy populares, especialmente entre los samurais, al no tener el poder de matar sin pensarselo a miembros indefensos de castas inferiores ni siquiera a un chucho, práctica que podían cometer con anteriores shogunatos.

Engelbert Kaempfer, quien ya se mencionó en la entrada sobre bestias míticas de Linneo, visitó Japón durante este periodo. Al tratar en Nagasaki una mordedura de perro, le preguntó a la víctima si se había vengado de él, pero esta le respondió que no iba a arriesgar su vida. También observó los anuncios de recompensas por denunciar a los asesinos de perros. En su estancia de dos años, no menciona castigos por crueldad animal, pero sí por contrabando, peleas y embriaguez. A diferencia de los testimonios japoneses, que probablemente fueron escritos por samurais, Kaempfer consideró a Tsumayoshi como un "señor grande y excelente" y "muy compasivo". Además, mostró que la limitación que impuso sobre el uso de la espada compensaba, aunque hubiera algún mordisco ocasional o perros entorpeciendo el tráfico.

La relación entre el año de nacimiento de Tsumayoshi y sus leyes parecen ser parte de las diatribas contra el gobierno de las personas con las que tenía contacto Kaempfer, es decir, interpretes y otros oficiales. Abandonar a un caballo enfermo, por ejemplo, ya era un crimen antes de se hiciera obligatorio enterrar a los perros. Por otra parte, Tsumayoshi, junto con sus dos chambelanes, Makino Narisada y Yanagisawa Yoshiyasu, nacidos bajo el mismo signo pero 12 años mayor y menor, respectivamente, que el shogun, eran llamados los "tres perros". No obstante, con el rōjū Hotta Masatoshi, del mismo año que Narisada, no se hacía mención a su signo zodiacal.

Cabe añadir que, si tuvo tanto cariño por estos animales, el único elemento perteneciente al shogun con su temática fue un calentador de pies. No hay registros de perros como mascota en su castillo. Las criaturas de sus pinturas suelen ser caballos y grullas.

Tras la muerte de Tsumayoshi en 1709, su sobrino, Tokugawa Ienobu abolió las perreras, aunque se desconoce que pasó con los perros. Sin embargo, se sabe que algunos gerentes de estas tardaron 48 años en devolver el dinero que recibieron para cuidar a los canes.

Fuentes:
  • TSURUOKA, H. (2016). Shoguns and Animals. Japan Medical Association journal: JMAJ, 59(1), 49.
  • Bodart-Bailey, B. (2006). The Dog Shogun: The Personality and Policies of Tokugawa Tsunayoshi. University of Hawai'i Press. Retrieved from http://www.jstor.org/stable/j.ctt6wr2bp
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